Tengo doce hojas con más de ochenta frases tontas en cada folio, una detrás de otra, todas sin sentido. Ninguna tendrá sentido hasta que mi teléfono suene y en ese instante en mi mente cincuenta palabras, cien momentos y a mil el corazón. Dudas sobre si contestar a esa llamada o no.
Media sonrisa, un suspiro, dos segundos y tres palabras: "¿Sabes quién soy?". Qué facil la respuesta y qué difícil que me salga la voz. "¿Cómo no voy a saber quién eres?" Me es inexplicable describir los cosquilleos al escuchar tu voz mediante el teléfono, se me pinta la sonrisa tonta, enmudezco.
Pero sigo aquí: sentada en el suelo con las piernas cruzadas y una camiseta ancha, mirando la pantalla del teléfono, con la mínima esperanza de que suene y así cumplas la promesa que hiciste el último día, fijando tu mirada fría sobre mis labios y tus manos, siempre con prisas...
Me encantaría creer que todo lo que vivo es realidad. Gran teatro. No quiero creer que es un simple o complejo guión.
Lo escribo para no pronunciarlo en alto y darme cuenta de que es verdad que es falso. Divina comedia...